En la actualidad los coches son obras de ingeniería muy complejas. Cientos de especialistas diseñan cada uno de sus componentes hasta el más mínimo detalle. Todos con su propia finalidad y con un lugar muy concreto dentro del diseño.

A su vez, estos componentes están formados por otros más pequeños. Incluso los que a primera vista son más sencillos como faros o retrovisores, cuentan con muchos elementos que garantizan su correcto funcionamiento mecánico y eléctrico.

La complejidad de la sencillez

Normalmente la pieza más compleja dentro de un vehículo y con mayor número de componentes es la transmisión de nuestros coches. Dependiendo del modelo puede llegar a contener entre 300 y 400 elementos distintos. Una cifra elevadísima si tenemos en cuenta que el primer modelo de coche fabricado en cadena por Ford, el Ford T, solo tenia 45.

Las apariencias engañan

Curiosamente y a pesar de la creencia popular, los coches de competición suelen ser mucho más sencillos. Por ejemplo, un fórmula 1 de competición actual cuenta con un total de 60.000 piezas distintas. Mientras que un coche utilitario de ciudad suele tener entre 70.000 y 90.000 piezas diferentes entre soldaduras, tornillos y paneles de carrocería.

Incluso los coches que usan motores Wankel (reducen el número de piezas en un 40%, siendo muy utilizado en deportivos japoneses como los Mazda) cuentan con un total de 500 piezas distintas solo en la carrocería.

Como vemos, los coches actuales son máquinas extremadamente complejas. Obras de ingeniería que sobrepasan con facilidad el número de piezas que vemos a simple vista, lo que les permite tener todas las comodidades actuales.

Esto nos ayuda a entender mejor la gran labor que asumen los talleres hoy día, y la exigencia profesional a la que se ven sometidos para realizar su trabajo adecuadamente.